domingo, 23 de enero de 2011

El Aragón que empieza y acaba en Zaragón

Viajando por el norte de la península atravieso distintas regiones Asturias, Castilla, Rioja, Navarra y en el recorrido voy topando con distintas poblaciones, varias ciudades de varios tamaños y colores pero ninguna especialmente grande ni especialmente pequeña, parece existir un equilibrio proporcional entre todas ellas dando la sensación que todo el territorio está lleno de vida y gentes que en ningún caso son víctimas del agobio de una gran aglomeración. Todo el paisaje parece armonioso hasta que llego a mi querido Aragón, kilómetros y kilómetros de estepa, de extenso desierto con pequeños poblados a su paso hasta de repente, darnos de bruces con una macrociudad en medio de ese desierto.
Es el caso de Zaragoza y Aragón, a la que podemos rebautizar como Zaragón porque parece que siempre que hablamos de Aragón, hablamos de su gran capital. Nos encontramos con una tierra que se vanagloria de tener la quinta ciudad en tamaño de España y que sin embargo, está a la cola de las autonomías en cuanto a población, el resultado de una ciudad que debe sus más poblados barrios como Las Delicias, San José o Torrero, barrios inexistentes hace un siglo a la gran evasión de gentes de todo el territorio aragonés que tuvieron que dejar sus pueblos y trasladarse a la gran capital en búsqueda de nuevas oportunidades, oportunidades que nunca existieron ni existen para el mundo rural. El resultado que deja sus cifras bien claras, una macrociudad que tiene 700000 habitantes mientras que sólo las capitales de provincia (Teruel y Huesca) y si nos ponemos a rascar, Calatayud (Que también fué por breve periodo de tiempo capital de provincia) superan los 20000 habitantes y si hablamos de más de 10000 tan sólo Alcañiz, Fraga, Monzón, Utebo, Jaca y Tarazona logran superarlos mientras que los que superan los 5000 exceptuando las nombradas no pasan de las 15 localidades. Por debajo de esa humilde cifra de los 5000 una constelación interminable de más de 400 pueblos, de los que en buena parte, casi en mayoría ya se bajan de los 100 habitantes quedando muchos en riesgo de despoblación total.
Reflexionando sobre esos datos, uno se planea en dónde se cometió el error para que resultara ésta gran desproporción que no existe en otras comunidades donde las capitales no pasan de los 500000 habitantes pero que cuentan con varias localidades que superan los 50000.
Algunos lo achacan a la dureza geográfica, otros a una historia de castillos y fortalezas que dió lugar al nacimiento de muchas localidades, otros a la escasez de inversión, algunos a lo poco rentable que resulta el campo...todos ellos factores comunes a todas autonomías de las que he hablado antes y parece que a ellas no les afectó tan negativamente así que hay que reflexionar más allá de falsas escusas.
El caso es que desde la gran capital siempre se ha mirado con desprecio y prepotencia a las poblaciones que están alrededor, quizá como el resultado de inferioridad y de impotencia al no poder llegar a ser nunca una gran capital europea como Paris, Madrid o Barcelona. Se ha llegado a despreciar a las ciudades vecinas como Huesca cuando el mismo alcalde Belloch la llamo "barrio", se ha visto el modo de vida rural como algo desfasado, del pasado en contraposición a la ciudad como ejemplo del desarrollo, el progreso y el avance tecnológico como bien difunden columnistas de grandes medios de comunicación pero minúsculo cerebro como Salvador Sostres. Se ofreció el modo de vida de la ciudad como un paraíso de salud, de trabajo y bienestar y resultó que la salud se vió perjudicada por las grandes aglomeraciones de barrios como Delicias con mucha población en muy poco espacio y salud perjudicada por la casi inexistencia de espacios verdes. El trabajo que ofrecían resultaba estar allá en el este, en Cataluña siendo Zaragoza una de las grandes capitales del paro y en referencia al bienestar resultaba que ésta gran capital tenía más deficiencia de servicios públicos que muchas ciudades que tienen la mitad de población.
Pero no estamos hablando de una cosa del ayer, de errores pasados, hablamos del hoy de una política autonómica centrada en macroproyectos como la Expo, las Olimpiadas que no son de Jaca y que ahora son de Zaragoza, la Capital Cultural y otras parafernalias diversas que endeudan y arruinan las arcas públicas generando trabajo sólo por un tiempo y enriqueciendo sólo a los de siempre y sin embargo no se habla de grandes inversiones en el medio rural o en macroproyectos para las otras capitales de provincia...bueno, es verdad, ahora tenemos Gran Estafa y Motorland que no están en Zaragón pero están a menos de 80 kilómetros así que para el caso, más de lo mismo. Encontramos municipios que se las ven y se las desean para tener un simple pabellón o unas piscinas y sin embargo no se escatima en gastos para hacer un macroestadio de fútbol para el equipo de la capital que no gana ni a las chapas y habiendo perdido todas las posibilidades de Olimpiadas y Mundiales.
En una sociedad en el que las comunicaciones y las infraestructuras se han convertido en algo esencial, tenemos a los políticos de turno de la capital alegres y sonrientes al proclamar a cuatro voces que estamos en la élite, que el Ave pasa por Zaragoza y que llega a Barcelona y a Madrid en una hora pero... ¿A qué hora llega a Teruel? ¡Ah no! Que a Teruel se llega en un triste regional y llega más tarde que el bus. Hablan de grandes inversiones en infraestructuras y en los pueblos de Aragón se sigue circulando por carreteras de cabras, llenas de socavones, gravillas y desniveles, estrechas como las mentes de aquellos que sólo salen de Zaragoza para ir a Madrid o Barcelona desde sus despachos directivos. Y así se frena las posibilidades de progreso de unos pueblos que al estar mal comunicados no pueden competir con aquellas localidades que gozan de buenas comunicaciones y así se ahisla a las gentes del medio rural apartándolas a dos horas de la ciudad mientras que en una hora se llega a la lejana capital del Reino, Madrid.
Nos han vendido la Comarcalización como el jarabe que iba a curar éstos males pero, si bien se consiguieron avances importantes, no ha supuesto una mejoría sustancial en la situación de los pueblos, se frenó el éxodo rural dicen pero se frenó porque era imposible retroceder más, porque ya estábamos al borde de la nada y sin embargo sólo hemos frenado pero no avanzado. Resultó una Comarcalización que traspasó algunos euros pero insuficientes al territorio, que trasladó voz pero no voto, que daba medios a las Comarcas pero no poder de decisión, que las seguía sometiendo en definitiva para cualquier decisión o proyecto al visto bueno de los burócratas de la capital. Que se diseñó al igual que cualquier gran proyecto de inversión rural desde los despachos de la capital, por hombres y mujeres que en muchos casos sólo han conocido esos pueblos hacia los que dirigían sus políticas por una foto o como localidad de paso en sus viajes a Madrid y que sólo conocen la situación en la que viven por las estadísticas y los datos. Ni siquiera en muchos casos como dijo la canción de Ixo Rai se han dignado a si escuchar el tomillo, beber el frescor, abrazar los silencio y perder la razón.
En definitiva, se ha seguido evaluando todo por la ley de los euros y de la especulación, por la ley de las grandes corporaciones y entidades financieras y encomendándose una vez más al Dios Progreso y la Diosa Civilización. Ningún valor tiene en contraposición a éstos el paisaje, el modo de vida alternativo, el contacto directo con la tierra y el estrechamiento de las relaciones humanas.
Poco han parado a pensar en si ésta situación es sostenible, si la política de las grandes ciudades que han sido fuente de los grandes problemas sociales y sanitarios modernos puede aguantar mucho. Poco se paran a pensar que corran los tiempos que corran todo empieza en el campo y que del hormigón no se come pero si de los frutales. Poco recuerdan aquellos tiempos de postguerra en los que en la ciudad cundía el hambre y en el campo, aunque a muy duras penas, se iba sobreviviendo. Poco se han parado a pensar en que existen otros modos de vida alternativos, igual de dignos y respetables y que aquellos ciudadanos que han elegido vivir esos modos de vida tienen también los mismos derechos que los que han elegido la vida de la ciudad.
Resultado de toda ésta cultura de la gran ciudad ha surgido el desprecio a lo rural incluso desde aquellos que han olvidado de dónde proceden, que quieren a sus pueblos únicamente para emborracharse en las fiestas patronales o pasar allí los puentes festivos del calendario laboral de su ciudad sin pararse a pensar en los que están guardando el pueblo todo el año y que el día que desaparezca ésta vieja guardia, los últimos de Filipinas de la batalla de la despoblación, ya no habrá fiesta ni borrachera, sólo el recurdo de un tiempo mejor.
Tan sólo queda la esperanza, el sueño de ver un Aragón diferente al Zaragón que conocemos, un Aragón que le quite los sueños a la gran capital macromaña de ser una gran ciudad para devolver el sueño a los cuatrocientos y pico pueblos de Aragón de tener sus escuelas abiertas, sus campos llenos de cultivos, sus calles llenas de gentes y el futuro lleno de esperanza. Un Aragón de todos y para todos en el cual los aragoneses tengan las mismas oportunidades vivan en Zaragoza o en Teruel, en Cañada de Benatanduz o en el Barrio del Actur. Un Aragón lleno de equilibrio en el que todos contemos y en el que el futuro se decida en Zaragoza y en Huesca, en Teruel y en Tarazona, en Barbastro y en Jaca, en Brea y en Alcañiz y en tantos sitios al igual que en aquella época dorada de la antigua Corona de Aragón los Reyes celebraban Cortes en Tarazona, en Caspe o en Jaca y no sólo en Zaragón. Sólo así recuperaremos la gloria que la historia nos dió, seremos un país de verdadero progreso y esperanza.

1 comentario:

  1. Es el articulo mas real y veridico que he leido sobre este tema,es mas ,es lo que pensamos una gran mayoria de aragoneses,por supuesto no de Zaragón.Es lo que he pensado del tema toda la vida,es uno de los mejores escritos que he leido sobre esto.Enhorabuena.

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