jueves, 28 de diciembre de 2017

Saint Seiya vs Dragon Ball

Hace exactamente un año que decidí dar un paso adelante y dejar de ver exclusivamente la serie de mis amores, Los Caballeros del Zodiaco (Saint Seiya) para abrirme a otros animes y decidí empezar por una vieja conocida que también despertó mi afición durante mi adolescencia, Dragon Ball (Bola de Dragón). El objetivo era hacer un análisis comparativo para determinar cuál de éstos dos animes legendarios que marcaron una época y que siguen dejando huella 30 años después con nuevas sagas (Dragon Ball Super o Saint Seiya Saintia Sho). Por lo tanto, para que el análisis fuera bien fundamentado debía empezar desde cero y ver desde el principio toda la serie con sus 500 capítulos que van desde Dragon Ball a Dragon Ball Z e incluso comenzando con Dragon Ball Super (Descartamos Dragon Ball GT, fue un Spin Off a olvidar como lo fue para Saint Seiya Omega).
Lo primero que empecé a detectar es que, teniendo en cuenta que la aparición de ambos animes a finales de los años 80 fue casi simultánea aunque empezando antes Dragon Ball y pertenecer al mismo género, el shonen, la influencia entre ambos es más que probable y se ve en algunas escenas como en la que Goku niño en el capítulo "sereno como el agua" desafía a un ermitaño barbudo que está meditando junto a una gran cascada en donde tiene ubicada su caseta, imagen que nos recuerda totalmente a Dohko de Libra meditando en los Cinco Picos o ya más recientemente Aioria de Leo en Soul of Gold destruyendo a Loki con una técnica que reúne el cosmos de toda la humanidad al más puro estilo Genkidama de Goku pasando por el Akumaito Kosen de Akkuman (Uno de los guerreros de la Bruja Baba) que nos recuerda a las Ondas Infernales de Death Mask en su ejecución y al Balance of Course de Pharaoh de Esfinge (Espectro de Hades) en sus efectos. A partir de ahí podemos nombrar técnicas que se repiten en varios animes del género como multiplicación, resurrección, velocidad de la luz, transformaciones, uso de ki o cosmos o clásicos ken.
Sobre el argumento, ambas caen en el mismo pecado que varias series, tras varias sagas acaban volviéndose predecibles y repetitivas y escenas como la Genkidama, la Fusión o la resurrección de guerreros ya dejan de sorprender en su aparición como pasa con el Athena Exclamation, las armaduras divinas o la resurrección de Caballeros de Oro, en todo caso, en ese aspecto están empatadas ambas series, Goku iguala a Saga en número de resurrecciones. Cierto es que Dragon Ball tiene más capítulos que Saint Seiya sin embargo la base del argumento del segundo es más profunda y tiene más enganche por su vinculación con la mitología, argumento que cuida fielmente el autor, Masami Kurumada que no deja ningún elemento al azar.
Otro aspecto en el que supera con creces Saint Seiya a Dragon Ball es la calidad gráfica y musical del anime gracias a los temas épicos compuestos por el Maestro Seiji Yokoyama, temas inolvidables que añaden un grado de emoción único a la serie y a las escenas épicas añadido al cuidado diseño de los personajes y armaduras que realiza Masami Kurumada en contraposición con la simpleza de Akira Toriyama en Dragon Ball en la cual personajes como Krillin y Goku sólo se diferencian por el pelo en su primera aparición en el Torneo de Artes Marciales.
Pasamos al eterno tema de controversia entre fans de ambos animes, qué universo es más poderoso, el de Dragon Ball o el de Saint Seiya, qué guerreros más fuertes, los Guerreros Z o los Caballeros de Oro o si Goku vencería a Seiya. No hay duda que ambos animes se pueden poner a la cabeza de todas las series conocidas en los poderes y técnicas especiales de sus protagonistas pero está claro que los Guerreros Z apenas tendrían posibilidades en un encuentro con los Caballeros de Athena pese a lo llamativo que pueda parecer el potencial destructivo de los personajes de Dragon Ball. En ese sentido es cierto que Goku y compañía pueden destruir planetas enteros pero eso no tiene comparación con la Explosión de Galaxias de Saga, además no son capaces de desplazarse a la velocidad de la luz como los Caballeros de Oro, en todo caso Goku puede teletransportarse pero esa técnica también la dominan los Caballeros de Aries, en la capacidad de transformaciones también se quedan detrás los guerreros Z pues el Séptimo Sentido de los Caballeros supera al estado de Super Saijan y las Armaduras Divinas y el Octavo Sentido van más allá del Super Saiyajin Dios, por último en combates individuales, un Guerrero Saijan no tiene posibilidades ante un Caballero cuya técnica actúa a nivel atómico por lo que desintegraría fácilmente al Guerrero Saijan al no poderlo detener dado que no posee la velocidad de la luz ni ningún sistema de protección como las armaduras de Oro en el caso de los Caballeros.
Por último en lo que se refiere a los protagonistas, tanto Goku como Seiya responden a una especie de antihéroe muy común en los animes, ingénuos, viscerales, algo torpes pero con un poder colosal pero Seiya queda por encima por su valor moral al luchar no por afición por la lucha como Goku sino por un ideal, precisamente el argumento que le hace ser casi invencible y despertar con facilidad el Séptimo Sentido. Es por ello que una lucha entre ambos protagonistas tendría un claro vencedor, Seiya de Pegaso.
De los Dioses de ambas series mejor no hablemos, desde que Dragon Ball Super presenta como Dioses Supremos de la destrucción a dos gatos siameses, un ratón, un elefante, un payaso, un lobo, un vagabundo o un androide en plan R2D2 se queda en algo ridículo si los tratamos de comparar con los grandes Dioses de la Antigua Grecia vestidos con sus Armaduras Divinas y dotados de inmortalidad.
En conclusión, tras volverme a ver toda la saga entera de capítulos de Dragon Ball y pese a permanecer enganchado todos los domingos a la nueva emisión de Dragon Ball Super, sigo pensando que Saint Seiya es la mejor serie de anime de la historia aunque seguida en segundo puesto por la mítica Dragon Ball, los grandes clásicos de los 80 seguirán estando en muchos aspectos como el argumento profundo o el poderío de las técnicas y batallas por encima de los de la nueva generación como Naruto, One Piece o Pokemon.

domingo, 19 de marzo de 2017

Motete ganador del XIII Concurso de Motetes "Danze de San José"

FE SAN CHUSÉ GRAN UNA ATRA VEGADA

Bienplegaus t'o populismo
d'o nuevo sanchusesismo
pues os de san chusé primer
ye o lema, luego o foraster
en a Canal una frontera
feremos con gran pitera
de La Paz mos esfenderá
y Torrero la bosará
Más presupuesto melitar
Pa fer más buxos y espadas
y que o Danze en as trobadas
pueda con rasmia palotiar
o reggaeton abentaremos
nomás folk ascuitaremos
a Sala Equis reubrirá
y o Punter un Hotel será
O cambeo climatico rai
porque en a nuestra quiesta Fuent
d'os Pozals encara augua en hai
Aliexpress m'importa un huego
millor nuestra botigueta
Fe San Chusé gran de nuevo

martes, 7 de febrero de 2017

La caridad es antidemocrática

Ya hace un mes que dejamos atrás las Navidades y con ello, el espíritu de la Navidad y sus múltiples campañas solidarias, vuelta a la normalidad y regreso a la realidad de la cuesta de Enero, el tarifazo del consumo eléctrico en plena ola de frío y a Albert Rivera diciendo que no hay dinero para la Renta Mínima pero sí para rescatar Autopistas.
La realidad de un modelo de lucha contra la pobreza que cual película de ciencia ficción nos regresa al pasado, al pasado de la caridad en la cual se aceptaba con resignación la pobreza por designio divino (los pobres heredarán la Tierra y los ricos ganarán su salvación dándoles una limosna) y el Estado nada debía hacer para paliarla, era una labor que se dejaba en manos de la Sacrosanta Madre Iglesia y sus instituciones mientras que los ciudadanos no debían cargar con sus impuestos para que el Estado ayude a los que menos tienen, cada uno dentro de su conciencia y su fe decidiría vía limosna si les ayuda o no les ayuda.
Un modelo propio del Siglo XIX cuando los "pobres vergonzantes" recurrían a la beneficencia para tener su cacho de pan caliente, un modelo que básicamente se basaba en la limosna de "la gente de bien" a esos pobres vergonzantes sin más, sin pretender su inserción en la sociedad pues era su designio divino ser pobres, apartados en guetos donde no molestasen y con la satisfacción de hacerles eternamente dependientes de las migajas que les echaban mientras mantenían sus privilegios.
Contra ese modelo de lucha contra los malestares sociales surgieron voces que pidieron algo más, superar ese modelo de ayuda a los pobres, sistematizarlo y profesionalizarlo para buscar una efectiva inserción de esos "pobres vergonzantes" en nuestra sociedad, fueron voces como la de Mary Ellen Richmond, fue ella quien junto a otras personas como Octavia Hill se esforzó por buscar sistematizar y reformar los sistemas de ayuda a las familias en situación de exclusión social para lograr su integración efectiva en la sociedad, logrando en definitiva que puedan dejar de depender de éstos sistemas de ayuda para lograr su pleno desarrollo. Un paso adelante que llevaría a la profesionalización de la acción social suponiendo el nacimiento de la disciplina del Trabajo Social y un pasar página a los viejos y obsoletos sistemas de la beneficencia, una beneficencia a la que Richmond tachó de nada más y nada menos que ANTIDEMOCRÁTICA en un país en el cual era un insulto horrendo, una verdadera denuncia tachar a una institución de "antidemocrática".
Pero por qué debemos entender que la caridad, la beneficencia basada en la limosna y la ayuda exclusivamente por el amor al prójimo es antidemocrática.
Es antidemocrática porque asume que los pobres están destinados a serlo por designio divino, porque siendo pobres tendrán ganado el reino de los cielos y porque los ricos, al darles limosna tendrán ganado el pasaporte al cielo, una estructura social basado en un orden divino de las cosas que ninguna intención se tiene de cambiar, algo así como un sistema de castas que nada tienen que ver con una sociedad democrática.
Es antidemocrática porque humilla al débil, quien deberá verse obligado eternamente a mendigar, a suplicar el pedazo de pan, a hacer largas colas puchero en mano para beneplácito de quienes quieran quitarse sus remordimientos y sentimientos de culpabilidad dejando unas migajas que compartir y que el pobre tenga que dar las gracias por algo que debería ser un derecho como persona y como ciudadano.
Es antidemocrática porque no pretende liberar al ser humano ni capaditarlo para que pueda ser capaz de decidir su destino con sus propios recursos y potencialidades sino que quiere hacerlo eternamente dependiente de la ayuda de las almas caritativas.
Es antidemocrática porque desvincula de la responsabilidad pública la lucha contra la pobreza y además, la confesionaliza dejándola en manos de las instituciones del clero.
Es antidemocrática porque reduce al pobre como un hermano al que hay que ayudar por piedad y caridad y no por ser un ciudadano con derechos.
Es antidemocrática porque no busca la eficiencia del sistema al dejarlo en manos de voluntarios de poca preparación, experiencia y capacidades que tienen por lo general para proporcionar ayuda en lugar de profesionalizarlo y dejar el sistema en manos expertas que sepan sacar rendimiento de los recursos y de las potencialidades humanas.
Es en definitiva el sistema al que nos quieren llevar programas como el famoso "Plan Juncker" que desde la Unión Europea propone desmantelar los Servicios Sociales Públicos a base de tijeretazo y sacrificio en ritual ante la Diosa Austeridad y en su lugar, subvencionar los bancos de alimentos y programas de las entidades benéficas para proporcionar ayudas a la pobreza. Unos programas que por lo general, a diferencia de los Servicios Sociales Públicos, están en manos de voluntarios con muy buena voluntad pero poca preparación para comprender los procesos sociales que afectan a la pobreza y las técnicas para lograr la integración social de las personas y familias ni tampoco para diagnosticar correctamente una situación de necesidad ni diferenciar una situación de pobreza de una de exclusión social. En ocasiones, tratan de darle una pincelada profesionalizadora y técnica a ese sistema de ayuda requiriendo que quienes deseen acceder a esos bancos de alimentos y otras limosnas, dispongan de un volante de los trabajadores sociales de los Servicios Sociales Públicos, unos Servicios colapsados debido a los recortazos en personal y recursos por orden de Europa. Es entonces cuando llega la pregunta del millón, siendo que al final, los Servicios Sociales Públicos deben intervenir y hacer informes para que las personas en situación de necesidad accedan a los sistemas de ayuda, ¿NO SERÍA MÁS EFICIENTE DESTINAR LOS RECURSOS ECONÓMICOS A MANTENER ÉSTOS SERVICIOS PÚBLICOS Y MEJORARLOS Y NO A SUBVENCIONAR A LAS ENTIDADES CARITATIVAS Y A LOS BANCOS DE ALIMENTOS?
No estoy diciendo que haya que acabar con el esfuerzo y el trabajo que realizan las entidades sociales del llamado "Tercer Sector" o de las entidades benéficas, símplemente que éstas se deben autofinanciar con sus propios recursos y no con dinero público y que deben tener un papel complementario o residual en los sistemas de ayuda y no a la inversa. El Estado a través de sus Servicios Públicos debe destinar recursos suficientes para combatir la pobreza y la exclusión social pero por muy perfecto y bien dotado que sea el sistema público de ayuda, siempre habrá situaciones que no pueda abordar dada la complejidad de las realidades sociales, es ahí donde deben entrar la beneficencia y no al contrario, es decir, no dejar a éstas personas y familias en manos de las entidades benéficas y ya cuando éstos sistemas de la beneficencia tengan necesidad de un apoyo técnico o profesionalizado recurrir a los agonizantes Servicios Públicos.
No sólo es suficiente con profesionalizar los sistemas de ayuda sino también hacerlos de responsabilidad pública, no dejarlos en manos del "Tercer Sector", en defensa de dar más protagonismo al Tercer Sector en perjuicio de los Servicios Públicos en materia de Servicios Sociales he leído cosas como que las entidades del Tercer Sector son menos rígidas y saben empatizar más con las situaciones, yo más bien considero que aquí se confunde empatizar con abordar a las personas como necesitados portadores de lágrimas y no como ciudadanos portadores de derechos y por otro lado se confunde flexibilidad con dotar casi en su totalidad a las entidades de personal contratado en condiciones precarias y con inestabilidad laboral, cuando no abusar del voluntariado para cubrir puestos de trabajo.
Si se quiere combatir eficientemente a la pobreza y luchar contra la exclusión social, debemos dejar atrás los Planes Junckeres y aplaudir medidas como la Renta Mínima que la ciudadanía y el movimiento sindical han llevado al Congreso a través de una Iniciativa Legislativa Popular y que hay posibilidad de que sea aprobada, una ayuda pública universal para que ninguna familia se vea bajo el umbral de la pobreza, descongestionando los Servicios Sociales Públicos para que más que dedicarse a gestionar ayudas de subsistencia, se dediquen a elaborar programas de inserción para éstas familias y que sean capaces de insertarse en la sociedad y no tener que depender de éstas ayudas.
Siempre habrá un margen (siempre residual y poco numeroso) que no tenga voluntad o capacidad en la sociedad pero es una cuestión de derechos humanos y de democracia asegurar que al menos tengan un medio para subsistir, qué menos que 400 euros. Para el resto, para la gran mayoría resultante de ésta situación de emergencia social que ha dejado fuera de juego a tantas familias, siempre deberán estar los Servicios Sociales Públicos para que trabajen por la inserción social de éstas familias y no para gestionarles limosnas.